28 de Agosto

Tu muerte, hijo, no ha ensombrecido el mundo. Ha sido un apagarse de luz en la luz. Y nosotros aquí, ensordecidos de tragedia, heridos de blancura, mortalmente vivos, diciéndote.

(Mortal y Rosa, Francisco Umbral)





Hoy nos abandona el más grande prosista español del siglo XX. Yo, que no soy en absoluto fan de sus columnas, de hecho detesto que los grandes se prostituyan con la crónica política, siempre se lo he pasado por alto.

Ahora, después de respirar bien hondo, un poco más de su obra maestra:

Hay que beber a morro del dolor, como se bebe de las férreas fuentes. Que esta carne de luz empape toda la sombra. Hay que baldear hasta el fin el ciego enlagunamiento de la sangre. Hay que agotar el mal, el sufrimiento, no en pequeños sorbos, no en tragos cobardes, sino seguido y hasta lo hondo, que luego queda un fuego neutro, una nada, y sólo resta, por fin, la loza simple de la vida. Voy hasta el final de mi dolor, hago todo el recorrido, bebo de mí mismo, sacio una sed de sufrimiento que estaba en mí y yo no conocía. La saciedad del dolor es como la saciedad del placer. El dintel de una paz vacía, de un cielo plano y soso, de una neutralidad de clima y carne que es toda la imparcialidad desoladora de la naturaleza.

5 comentarios:

Pablo Bautista dijo...

Estoy viendo ahora mismo una de las últimas entrevistas a Umbral en televisión, el programa "De cerca", con el presentador de Informe semanal (como ha estado patético prefiero no decir su nombre), y termina con una respuesta maravillosa.

Dice el presentador algo así como que Umbral ha hecho de su propia vida, de su persona, un escritor, entendiendo con ello que realmente Paco Umbral es un personaje, con todos sus tics y sus poses. El responde ¿pero es malo eso? El presentador dice "no, no" y continua Umbral con algo así:

"Es que cuando uno está con una señorita, si no hace de eso literatura, se está perdiendo el tiempo".

grande dijo...

GRANDE, de verdad.

Nicho dijo...

¿pero ha leído alguien a Umbral, a Cervantes, a Bolaño, a San Juan de la Cruz, a San Hermenigildo de Triana, ha leído y ha entendido alguien algo?
Yo creo que yo sí. Lo demás, allá ellos.

Vi la entrevista y el momento culmen fue cuando le preguntó sobre su libro "Mar y rosa", no está mal.

Nicho dijo...

Creo que te gustará esta joyita:

Antonio López


FRANCISCO UMBRAL
EL PAÍS - Madrid - 01-12-1979

Siete de la mañana, Antonio López, luz plata en la Gran Vía, el sol blanco, escudería del alba, en los altos cristales, y el mayor pintor de España, manchego vivo, pastorcillo velazqueño, hombre de zurrón angelical, cabrerillo, Kafka interior de la bondad, genio, Antonio López, digo, pintando esos cinco minutos de luz plena y huida, mágica y fría, cuando el sol es un golpe de gracia en el corazón del bosque de la gran calle, a esa hora desierta y desertada, y la sombra se afina profundizando la piedra hasta el origen común y mágico de la plata.Lo dicen, lo decían los amigos, los afines, los conocedores, los de siempre, y ayer mismo me lo recordaba Andrés Trapiello, joven escritor lleno de fervores intelectuales y favores naturales:
-Creo que Antoñito López se instala en la isleta Alcalá-Gran Vía y pinta cinco minutos cada mañana.

Por la tarde he estado con Antonio López en un restaurante, en su estudio, en su casa, que sigue siendo, periférica a Madrid, una casa estable y vivible de Tomelloso, con camilla de brasero y gata amorosa:

-Ahora hace mucho frío, pero a partir de la primavera voy casi todas las mañanas a pintar esos cinco minutos de luz primera en la Gran Vía. Mira el cuadro.

Aquí está el cuadro, arranque en curva ascendente de la Gran Vía, acera de Chicote, hasta el macizo rosa de la Telefónica, una realidad hiperreal a la que sólo Antonio López, el Velázquez de este nuevo Madrid monárquico, pone/quita un halo lírico como nadie más, ninguno de sus quinientos seguidores en España, como le dice García Pavón. Ahora mismo le darían diez millones en Nueva York por este cuadro.

-No lo creas, Umbral, está sin resolver, le faltan cosas.

El Kafka manchego de la pintura neovelazqueña se atormenta en la espiral de su perfección absoluta, que a los catorce años pintaba panes como Zurbarán (y Picasso dibujaba ya como Rafael: el genio no se hace esperar). Ahora tengo en torno su niña de nueve años, en barro gentil y grácil, en dibujo simplicísimamente perfecto, tengo a la niña misma, con cinco años más, y a la otra, tengo las mozas/matronas soñadas por Antoñito en sus vigilias de pintor de pueblo alucinado, corralones manchegos, un Tomelloso fosfórico de tan real, Vallecas en un abismo amarillo de descampado y tiempo.

Pero esos cinco minutos, Antonio, esos cinco minutos que te dura la luz, cuando la hay, y que es lo que tú crees que aguanta el sol, pero es lo que aguanta la inspiración, el corazón, la cabeza, la iluminación en la sombra que quiso tener y nunca tuvo Sawa y tienes tú, Rimbaud al rape con cara iluminada de pastor de nacimiento. Ese sol de cinco minutos que tú crees que da en las altas ventanas de la Gran Vía, ese sol da dentro de ti, es el sol instantáneo, cotidiano, inapresable, de nuestras apariciones interiores: la inspiración dura dos folios, he escrito muchas veces, y por eso el artículo es un género perfecto, a la medida del hombre inspirado. El sol de esa ultraverdad que es la mentira del arte dura cinco minutos, Antonio, genio, amor, y sólo da en tus vitrales interiores, en las ventanas altas, abiertas y matinales de tu alma plástica y fanática. Cuando Madrid está tan erosionado de política, tan horterizado de bingo y cafetería, tan contaminado de desinformación, crimen y smog, es importante, muy importante que Madrid se salve, como ciudad lírica, como intramadrid, gracias a este neto palurdo y exquisito de Velázquez, cálido como un gañán, escapadizo como un ángel de Rilke, que se levanta a las seis de la mañana a Fintar Madrid, la serranía poscubista de la gran calle, como Velázquez pintó la sierra azul.

Cuando medio Madrid toma el primer Metro, Ulises sindicado que acude a las sirenas de la fábrica, y el otro medio duerme el primer sueño político de la anfeta y el whisky, Antonio López, en el delta crucial de la ciudad, pinta aterido, con sus colores fríos de pintor caliente, los únicos cinco minutos de verdad y pureza que tiene Madrid en todo el día.

Nicho dijo...

Éste tampoco está mal, coño:

La movida



FRANCISCO UMBRAL
EL PAÍS - Sociedad - 19-10-1979

A las cinco de la mañana, con un relente de chabolas y una cristalería de estrellas, como anises rotos por el cielo, empieza a moverse la movida (mercados de Legazpi, mataderos de Legazpi, las pirámides aztecas de las naranjas, el alba del alhelí de la lechuga) y es cuando unos cientos de hombres, desde el cheli de guita y discoteca hasta el viejo tahúr que baraja en el aire sólo aire, cargan banastas, pesan pesadumbre, basculan básculas, traen y llevan, con rumor y esfuerzo, los colores ingentes del trabajo, eso que Zola llamó, en los grandes mercados, los vientres de París.Los vientres de Madrid, puerto en seco, gritón y deses camado, de la Puerta de Toledo, mataderos municipales, con un aire entre Chicago y galdosiano, y este mercado de Legazpi, has ta donde ha venido el mar, con sus huertas y olores, durmiendo como un gigante en los camio nes de toda la noche. Aquíla juventud, otrajuventud, aquí la movida, moviéndose en la luz de madrugada, el ajetreo portuario, los solemnes viajes de la fruta, en altos serones, como purpurados, como obispos leprosos de Orihuela, del huerto de Miró, que bendicen de olor a las masas madriles, a la movida gris y juvenil.
Siempre el ángel de plomo del trabajo, la humillación del hombre por el hombre, y el paso de los cielos con cara de Wojtyla o don Marcelo, en silla gestatoria de banastas, presidiendo el sudor de los humildes.

La movida. Un trabajo frenético y temprano. Nueve de la mañana. Ya perfuma Madrid, hasta el traspatio azul y el secarral, la cebolla murciana, ya cuelga del cielo bajo de los pobres, emparrado de oro y cartonajes USA, el racimo de uvas de Almería, los vientres de Madrid, y la hazaña temprana de la movida.

Vicente, moreno y duro, sabe de qué va eso y tiene mano en la movida. Vicente cuenta cosas. El que le hacía las cuentas - « Le di cuartel porque venía volcado y se fue con la caja. Tuve que caerme yo con el importe»-, o el que viene de sorna, rolex y unos miles, el que tráe polvo blanco, nieve, hachís del XVIII para los camioneros:

-Se lo he dicho. Un día los camioneros te van a pisar la cabeza. Cuidado, que te la pisan.

Terminado el trabajo matinal y violento, hacia las nueve o diez de la mañana, cuando los políticos cogen en el sueño el primer teléfono confidencial y delator, la movida se mueve hacia sus huras, el descanso, el almuerzo, bares, cantes, los que van ceguerones a fumárselo, y las lumís que llegan, buscando un macho a esa hora (una lumí a las diez de la mañana, qué delirio, después de la movida, en una pensión desguazada de Legazpi). 0 el burle.

-Que yo conozco un sitio para desayunar pájaros fritos.

-Vamos allá.

-Es que es en Sevilla.

Y se van a Sevilla sin pensarlo.

0 éste al que le pidieron una moto

-Que vamos y volvemos en seguida.

La primera postal se la pusieron desde Lisboa.

El buen burgués que quiere denunciar a unos troncos y toma nota de! seiscientos.

-¿Ya ha tomado nota? Pues ahora le tiramos al río su seiscientos.

Y se lo tiraron.

Legazpi, patria sureña, circular y frutal de una raza entrecheli, grismadriles. Y la movida. A las cinco de la mañana, por un sur de chabolas y un relente de licores dormidos en el cielo, el trabajo durísimo y como egipcio de unajuventud con la que no se cuenta, marginal antes que sindical, que prefiere buscárselo a su modo, impaciente de haber madrugado tanto, queriendo, en mitad del día, hacer una hoguera musical de bossa-nova, en el mercado, o un rock bárbaro de hachazos a la guita, todo el odio, todo el furor y toda la injusticia que ya encrespa su vida entre manzanas.