25 de Agosto


(Madre Teresa de Calculta en el año que nací)

Cuando Teresa de Calcuta (1910-1997) recibió el premio Nobel de la Paz, en diciembre de 1979, pidió que la Navidad que llegaba sirviese para tener presente a Cristo. Once semanas antes, escribía a un confesor: "Jesús tiene un amor muy especial por ti, pero por mí... el silencio y el vacío son demasiado grandes, miro y no veo, escucho y no oigo, la lengua se mueve, pero no habla". Es una de las muchas frases escritas por la beata que resumen la profunda crisis de fe de los últimos 50 años de su vida. Un libro que se publicará en septiembre, El secreto de la madre Teresa, bucea en 40 cartas en las que cuenta estos sentimientos espirituales.

Son confidencias en forma de epístolas a varios confesores a lo largo de más de 60 años, que dan una imagen de la beata muy distinta de la pública. En ellas, Teresa de Calcuta describe su sentimiento como un "un enorme vacío y oscuridad", según un amplio reportaje de la revista británica Times Magazine.

El primer texto, en el que llega a negar incluso la existencia de Dios, está escrito en 1948, cuando empieza a trabajar con los más pobres. "Señor, mi Dios, ¿quién soy yo para que me abandones? [...] Yo llamo, me aferro, quiero, pero nadie responde, nadie a quien agarrarme, no, nadie. Sola, ¿dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo, no hay nada, excepto vacío y oscuridad, mi Dios, qué desgarrador es este insospechado dolor, no tengo fe [...] Tantas preguntas sin responder viven dentro de mí con miedo a destaparlas por la blasfemia. Si hay Dios, por favor, perdóname [...] ¿Me equivoqué rindiéndome ciegamente a la llamada del Sagrado Corazón?". Este texto y otro escrito en 1959 son los que más claramente muestran sus dudas sobre la existencia de Dios: "Si no hay Dios, no hay alma, si no hay alma, entonces, Jesús, tú tampoco eres verdadero".

Pero en muchas otras epístolas se refiere también a sus sentimientos de "vacío, aridez". "Hay una terrible oscuridad dentro de mí, como si todo estuviera muerto. Esto es así más o menos desde que comencé a trabajar".

Teresa de Calcuta, que fue beatificada en 2003 y cuya canonización está en trámite, era consciente de la ambigüedad en la que vivía. "La sonrisa es una máscara, una tapadera que cubre todo. Hablo como si mi corazón estuviera enamorado de Dios; si estuvieses ahí, dirías: 'qué hipocresía", confiesa a un consejero.

Llegó un momento en su vida, después de cambios sucesivos de confesor, en el que asimiló esta sensación. El reverendo Neuner le da la clave para aceptarlo a principios de los sesenta. Le dice que no hay un remedio humano, por lo que no se tiene que sentir responsable de su sentimiento; que sentir a Jesús no es la única prueba de que está ahí; y que su ansia de Dios es un signo de su presencia en su vida. La beata puede soportar "por primera vez en años esa oscuridad".

Antes de morir, Teresa de Calcuta pidió que se destruyera toda su correspondencia. "Si las cartas se hiciesen públicas, la gente pensaría más en mí que en Jesús". Pero no fue así. Por el contrario, han servido para dar forma a este libro que no está confeccionado precisamente por sus detractores. El editor es Brian Kolodiejchuk, principal postulador de la santidad de Teresa de Calcuta, quien ha aportado todo este material al proceso de canonización.

(¿Creía en Dios Teresa de Calcuta?, Pablo Linde - Diario El Pais)

Qué grande era esta mujer y cuánto sufrió. Hablaremos de este tema en próximos post.

1 comentario:

Estupor dijo...

Después de leer tu post, hojeo mis libros y encuentro lo siguiente:
*
La soledad del místico en la poesía de San Juan de la Cruz, quien escribe en su Cántico Espiritual:

"¿Adónde te escondiste,
Amado y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido"
*
También en las liras de Sor Juana Inés de la Cruz, que expresan sentimientos de ausente:

"Óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oidos,
y de ausentes enojos,
en ecos de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda
óyeme sordo, pues me quejo muda"
*
Duda y soledad parecen la misma cosa.